El
libro de Job es un drama con muy poca acción y mucha pasión.
Es la
pasión que un autor genial, anticonformista, ha infundido en su protagonista. Disconforme
con la doctrina tradicional de la retribución, ha opuesto a un principio un
hecho, a una idea un hombre. Ya el salmo 73 había opuesto los hechos de
experiencia a la teoría de la retribución, y había encontrado la respuesta al
entrar "en el misterio de Dios".
Nuestro
autor extrema el caso: hace sufrir a su protagonista inocente, para que su
grito brote "desde lo hondo". La pasión o sufrimiento de Job enciende
la pasión de su búsqueda y de su lenguaje; ante ella se van estrellando las
olas con céntricas de los tres amigos, que repiten con variaciones y sin
cansarse la doctrina tradicional de la retribución.
La
acción es sencillísima: entre un prólogo doble y un epílogo doble -en el cielo
y en la tierra- se desenvuelven cuatro tandas de diálogo. Por tres veces habla
Job y cada uno de los amigos responde; la cuarta vez Job dialoga a solas con Dios.
En los diálogos con los amigos, más que un debate intelectual, se produce una
tensión de planos o direcciones: los amigos defienden la justicia de Dios como
juez imparcial que premia a buenos y castiga a malos; a Job no le interesa esa justicia de Dios, que desmiente su propia experiencia, y apela a un juicio
o pleito con Dios mismo, en el que aparecerá la justicia del hombre; por llegar
a este pleito y por probar su inocencia frente a Dios, Job arriesga su propia
vida. Dios, como instancia suprema, zanja la disputa entre Job y sus amigos;
como parte interpelada, responde y pregunta a Job para encaminarlo hacia el
misterio de Dios.
A
través de los diálogos, del hombre bueno convencional, que da gracias a Dios
porque todo le sale bien, surge un hombre profundo, capaz de asumir y
representar a la humanidad doliente que busca audazmente a Dios. De un Dios sabido y hasta
encasillado, surge un Dios imprevisible, difícil y misterioso. En el espacio de
un solo libro nuestro conocimiento de Dios, del hombre y de sus relaciones ha
crecido. Porque Job, como otro Jacob en su visión nocturna, ha luchado con
Dios; porque el autor ha empeñado su genio literario y religioso en sacudir
viejos esquemas explorando en profundidad.
El
libro de Job es un libro singularmente moderno, provocativo, no apto para
conformistas. Es difícil leerlo sin sentirse interpelado y es difícil
comprenderlo si no se toma partido.
El autor
es un genio anónimo, que vivió probablemente después del destierro, que se ha
alimentado en el rezo de los Salmos y ha conocido la obra de Jeremías y
Ezequiel y los Salmos.
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