26 1Respondió Job:
2iQué
bien has ayudado al débil
y
socorrido al brazo sin vigor!
3¡Qué bien has aconsejado al ignorante
enseñándole con tanta habilidad!
3¡Qué bien has aconsejado al ignorante
enseñándole con tanta habilidad!
4 ¿A
quién has dirigido tus palabras?,
¿qué
espíritu habla por ti?
27 1[Job siguió entonando sus versos y dijo:]
2¡Por Dios, que me niega mi derecho,
2¡Por Dios, que me niega mi derecho,
por el
Todopoderoso,
que me
llena de amargura,
3que mientras tenga respiro
3que mientras tenga respiro
y el
aliento de Dios en las narices,
4mis labios no dirán falsedades
4mis labios no dirán falsedades
ni mi
lengua pronunciará mentiras!
5¡Lejos de mí daros la razón!
5¡Lejos de mí daros la razón!
Hasta
el último aliento
mantendré mi honradez,
mantendré mi honradez,
6me
aferraré a mi inocencia sin ceder:
la conciencia no me reprocha
la conciencia no me reprocha
ni uno
de mis días.
7Que mi
enemigo resulte culpable
e injusto mi rival.
e injusto mi rival.
[Sofar
habló a su vez y dijo:]
26,1-4
+ 27,1-7 Octavo discurso de Job.
El
discurso en la reconstrucción probable es muy breve: tres versos de
introducción y seis de exposición. Quizá porque bastan pocas palabras para
reafirmar lo que ha ido diciendo desde el principio; quizá porque no vale la
pena entrar en discusión con sus interlocutores, o porque deja esta refutación
secundaria para el final. Otra razón posible es que el discurso no se ha
conservado entero. La brevedad está compensada con la intensidad: por la ironía
casi sarcástica del comienzo y por la solemnidad paradójica del juramento.
26,2-3
La introducción está en línea con otras semejantes: 8,2 Bildad; 11,2 Sofar; 12,
2 Job; 15,2 Elifaz; 18,2 Bildad. Job, débil: por el sufrimiento, ignorante por
la turbación, podía esperar de los amigos una instrucción válida, un consuelo
que lo reanimase.
26,4
Realmente da la impresión que los amigos han estado hablando a otro, quizá al
público que piensa como ellos y se alegra de oírlos; como si Job no estuviera
en escena; varias veces se han presentado los amigos como legados de Dios:
4,12; 15,11; 22,22. ¿Los inspira Dios, o Satán?, ¿o se inspiran en una doctrina
tradicional incorregible?
27,2-7
Job da a su confesión la gravedad suma del juramento. Satán le ha querido
extraer la confirmación práctica de que servía a Dios por interés. Los amigos
le han querido extraer la confesión de su propia culpa. Una confesión extraída
en medio de la tortura, con asalto alterno de promesas y amenazas. Si Job firma
su confesión, Dios le perdonará, lo restablecerá y todo acabará bien; si se
niega a confesar, le espera un fin terrible. Para forzar esta confesión, han
cantado himnos a Dios, han exaltado su justicia, han repetido incansables la
vieja doctrina de la retribución; han estado amables y duros, han aguantado las
palabras escandalosas de Job. Todo para sacar a Job una confesión: cuando Job
la haya firmado, habrá triunfado una doctrina teológica y con ella sus representantes, Job será restablecido y será admitido
de nuevo en el gremio ilustre de los sabios. Una cosa habrá salido derrotada en
tal confesión: la verdad, la sinceridad. Esto Job no lo acepta. ¿Queda Dios
justificado con nuestra insinceridad?, ¿es justo el Dios que exige una
confesión falsa? Como si entraran en conflicto la justicia y la verdad.
Paradójicamente Job pronuncia su juramento por el Dios injusto "que me
niega mi derecho", apoyando sus palabras en el Dios verdadero, que
oscuramente ilumina su conciencia. Ésta será la fuerza y sabiduría de Job, su
entrega a la verdad y sinceridad, frente a los hombres y frente a Dios.
27,2
Sobre las expresiones véase Dt 24, 17; 27,19 Y Job 3,20; 7,11; 10,1.
27,3 El
aliento de Dios es la vida humana, recibida de Dios, según Gn 2,7; 6,3.5s.
27,5-6
La honradez de Job ha sido proclamada antes de la prueba; su mujer se burlaba
de él porque persistía en su honradez, 2,9. Job persiste en ella precisamente
no negándola, porque negar su honradez sería falta de honradez. Contra lo que
dicen sus amigos, sus palabras son coherentes con su conducta anterior, y
confesarse culpable sería desmentir lo que Dios ha dicho en el prólogo, sería
dar razón a los amigos y en ellos al Satán.
27,7 No
sólo eso, sino que pasa al contraataque. ¿Quién es su rival? ¿Los amigos,
Satán, Dios mismo? En este juicio uno tiene que salir condenado para que el
otro salga absuelto: véase el esquema y la fórmula en Sal 51,6 Y en Jr 12,1.
Dios responderá a esto en 40,8.
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