jueves, 6 de diciembre de 2012

CAPÍTULO 41.



41 4No dejaré de describir sus miembros
ni su fuerza incomparable.
5¿Quién le abrió el revestimiento
y penetró por su doble coraza?
6¿Quién abrió las dos puertas de sus fauces
rodeadas de dientes espantosos?
7Su dorso son hileras de escudos
cerrados sin resquicio con un sello,
8tan unidos unos con otros,
que el aire no pasa entre ellos;
9soldado cada uno con el vecino
se traban y no se pueden separar.
10Su estornudo lanza destellos
sus ojos parpadean como la aurora;
11de sus fauces salen antorchas
y se escapan chispas de fuego;
12de sus narices sale una humareda
como de un caldero atizado e hirviente;
13su aliento enciende carbones
y saltan llamaradas de sus fauces.
14En su cuello se asienta la fuerza,
ante él danza el terror.
15Sus carnes son compactas,
fraguadas sobre él e inmóviles;
16su corazón es duro como roca,
duro como piedra molar.
17Cuando se yergue, tiemblan los héroes,
y se rinden consternados.
18La espada que lo alcance no resiste,
ni la lanza, ni el dardo, ni el asta,
19pues para él el hierro es paja
y el bronce madera carcomida;
20no lo ahuyentan las saetas,
tamo se le vuelven las piedras de la honda;
21para él la maza es pelusa,
se ríe del vibrar del venablo.
22Su panza de tejuelas afiladas
rastrilla el lodo como un trillo;
23hace hervir el fondo como una caldera
y humear el agua como un pebetero;
24detrás deja estela brillante,
el agua como barba encanecida.
25En la tierra nadie se le iguala
a él, que fue creado intrépido.
26Se encara con todo lo elevado
y es el rey de todas las fieras.
1Pues bien, su esperanza queda defraudada.
¿También Dios al verlo quedará derribado?
2No será cruel cuando lo provoque.
¿Quién resistirá frente a mí?
3¿Quién me hará frente y saldrá ileso?
Cuanto hay bajo el cielo es mío. 

41,4 Exordio retórico de la descripción que sigue. Los vv, 1-3 al final del capítulo. 

41,6 Como un portón de fortaleza custodiado por una guardia erizada de armas. 

41,10-13 Exaltan la naturaleza "ígnea" del animal mezclando rasgos reales y fantásticos. Hay que contar con la naturaleza ''fogosa" de la ira: Prov 16,27; Eclo 28,1 Os. Es como los dragones de los cuentos, que vomitan llamas. 

41,16 El corazón pétreo indica la intrepidez. Is 19,1. 

41,17 Verso dudoso. El texto hebreo lee 'elim = dioses, lo cual puede ser otra alusión mitológica: los dioses tiemblan ante el monstruo, y Marduk lo derrota. 

41,18-21 Una panoplia de ocho armas para luchar de cerca y de lejos. 

41,22-24 El animal es anfibio, dominador de tierra yagua. 

41,25-26 Rey de los animales, no del hombre. Dios lo tolera y lo controla. El hombre, si no puede domeñarlo, puede ejercitarse con su "hostilidad", como en Gn 3,15; Jue 2,3.22. 

41,1-3 Lo leemos como respuesta antitética: lo que no puede el hombre lo puede Dios. La pregunta "¿quién resistirá frente a mí / él?" se refiere a Dios: Jr 49,19; Sal 76,8; Job 9,4; Nah 1,6; Mal 3,2. "Todo es mío" suena como respuesta final; ahora toca a Job.
Fin de la respuesta de Dios. Antes de que Job responda, el lector debe reflexionar: ¿cómo se encuentra en este momento?, ¿satisfecho, desconcertado, desilusionado? Después de la creciente tensión dramática de los diálogos, ¿están los discursos de Dios, a la altura?, ¿o ha desfallecido el autor al llegar al final? ¿ha sabido responder a la expectación que él mismo había creado? 

Si el lector se había puesto de parte de Dios y esperaba que taparía la boca a Job, ha quedado satisfecho. Si se había puesto de parte de Job, esperaba la solución del encuentro con la condena de uno o con la absolución de los dos. Vamos a pensar varias soluciones hipotéticas. 

a) Solución intelectual del problema. Dios no responde a Job ni el autor responde al lector. A Job no le basta una respuesta intelectual. Además, no olvidemos que Dios es un personaje del autor, y el autor no poseía la solución puramente intelectual del problema; honestamente no podía darla, ni lo ha intentado.

b) Que Dios comprenda la situación y el punto de vista de Job. ¿Ha estado comprensivo Dios? De alguna manera, sí: el no aniquilarlo, el entablar diálogo. El interpelarlo con preguntas, la ironía, pueden entenderse como muestras de la comprensión divina. No es un Dios cruel el que ha hablado. 

c) Un discurso de compasión y consuelo, confortando a Job en su dolor. Es decir, algo de lo que debieron hacer los amigos. ¿Sería esto sincero? Después de haber permitido a Satán, ¿no sonarían a hipocresía unas palabras de consuelo? Una solución emotiva no satisfaría a Job y no sería coherente con el drama. El autor ha hecho muy bien en no permitir sentimientos fáciles a Dios. 

d) Entonces tenía que respetar al hombre Job, hacer que progresase en la conciencia de sí mismo, salir al encuentro de su valentía y con ella conducirlo a la decisión viril: ¿quiere ocupar el puesto de Dios? Entonces que se encargue del mundo, que gobierne la historia y establezca el reino de la justicia; en ese momento en que aspira al puesto de Dios, se condena a sí mismo. Entonces ¿acepta su puesto de hombre? Que lo acepte con todas sus consecuencias, sobre todo frente a Dios: éste será el acto más valiente de Job.
Es verdad, Job ha crecido desmesuradamente en el dolor; lo necesitaba para superar su vida feliz y satisfecha. Es verdad, pero ¿por qué? ¿Por qué necesita el hombre sufrir para madurar? ¿Quién ha hecho así al hombre? Trascendemos el problema de Job y vemos que no se le puede dar una respuesta puramente verbal; hará falta un hecho. ¿No reclama el libro de Job la respuesta viva en Cristo? 

Segunda respuesta de Job: 42,1-6. Añado la indicación de cita, que falta en el original. Esta segunda confesión avanza notablemente sobre la primera: enuncia explícitamente el poder y sabiduría de Dios, la propia ignorancia, retracta sus palabras. 

La fórmula de reconocimiento es frecuente en los salmos, como respuesta al oráculo en acto de confianza, como alabanza, como consecuencia de la intervención de Dios efectuada o prometida; véanse Sal 20,7; 41,12; 56,10; 119,75; 135,5; 140,13.

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