CONTINÚA
EL ACTO CUARTO HABLA DIOS
38 1Entonces el Señor respondió a Job
desde la
tormenta:
2¿Quién
es ése que denigra mis designios
con palabras sin sentido?
con palabras sin sentido?
3Si eres
hombre, cíñete los lomos:
voy a
interrogarte y tú responderás.
4¿Dónde estabas cuando cimenté la tierra?
4¿Dónde estabas cuando cimenté la tierra?
Dímelo,
si es que sabes tanto.
5¿Quién
señaló sus dimensiones? -si lo sabes-,
¿o quién le aplicó la cinta de medir?
¿o quién le aplicó la cinta de medir?
6¿Dónde
encaja su basamento
o quién
asentó su piedra angular
7entre la aclamación unánime
7entre la aclamación unánime
de los
astros de la mañana
y los
vítores de todos los ángeles?
8¿Quién cerró el mar con una puerta
8¿Quién cerró el mar con una puerta
cuando
salía impetuoso del seno materno,
9cuando le puse nubes por mantillas
9cuando le puse nubes por mantillas
y niebla
por pañales,
10cuando
le impuse un límite
con puertas y cerrojos
con puertas y cerrojos
11y le dije:
«Hasta aquí llegarás y no pasarás;
aquí cesará la arrogancia de tus olas»?
12¿Has mandado en tu vida a la mañana
aquí cesará la arrogancia de tus olas»?
12¿Has mandado en tu vida a la mañana
o has
señalado su puesto a la aurora
13para que agarre la tierra por los bordes
13para que agarre la tierra por los bordes
y sacuda
de ella a los malvados,
14para que
le dé forma como el sello a la arcilla
y la tiña como la ropa,
y la tiña como la ropa,
15para que
se les niegue su luz a los malvados
y se quiebre el brazo sublevado?
y se quiebre el brazo sublevado?
16¿Has
entrado por los hontanares del mar
o paseado
por la hondura del océano?
17¿Te han enseñado las puertas de la Muerte
o has visto los portales de las Sombras?
18¿Has examinado la anchura de la tierra?
17¿Te han enseñado las puertas de la Muerte
o has visto los portales de las Sombras?
18¿Has examinado la anchura de la tierra?
Cuéntamelo,
si lo sabes todo.
19¿Por dónde se va a la casa de la luz
y dónde viven las tinieblas?
19¿Por dónde se va a la casa de la luz
y dónde viven las tinieblas?
20¿Podrías
conducirlas a su país
o enseñarles
el camino de casa?
21Lo sabrás,
pues ya habías nacido entonces
y has cumplido tantísimos años.
y has cumplido tantísimos años.
22¿Has
entrado en los depósitos de la nieve,
has observado
los graneros del granizo,
23que reservo para la hora del peligro,
23que reservo para la hora del peligro,
para el
día de la guerra y el combate?
24¿Por dónde se reparte el bochorno
24¿Por dónde se reparte el bochorno
y se difunde
sobre la tierra el solano?
25 ¿Quién
ha abierto un canal para el aguacero
y una ruta al relámpago y al trueno,
26para que llueva en las tierras despobladas,
en la estepa que no habita el hombre,
27para que se sacie el desierto desolado
y una ruta al relámpago y al trueno,
26para que llueva en las tierras despobladas,
en la estepa que no habita el hombre,
27para que se sacie el desierto desolado
y brote
hierba en el páramo?
28¿Tiene
padre la lluvia?,
¿quién engendra
las gotas del rocío?,
29¿de qué seno nacen los hielos?
29¿de qué seno nacen los hielos?
¿Quién
pare la escarcha del cielo
30para
que el agua se cubra con una losa
aprisionando la superficie del lago?
aprisionando la superficie del lago?
31 ¿Puedes
atar los lazos de las Pléyades
o desatar
las ligaduras de Orión?
32¿Puedes sacar las constelaciones a su hora
o guiar a la Osa con sus hijos?
32¿Puedes sacar las constelaciones a su hora
o guiar a la Osa con sus hijos?
33 ¿Conoces
las leyes del cielo
o determinas
sus funciones sobre la tierra?
34 ¿Puedes levantar la voz hasta las nubes
34 ¿Puedes levantar la voz hasta las nubes
para que
te cubra el chaparrón?
35 ¿Despachas
a los rayos, y ellos vienen
y te dicen: «Aquí estamos»?
36¿Quién le dio sabiduría al ibis
y te dicen: «Aquí estamos»?
36¿Quién le dio sabiduría al ibis
y al
gallo perspicacia?
37 ¿Quién
cuenta sabiamente las nubes
y vuelca
los cántaros del cielo
38cuando el polvo se funde en una masa
y los terrones se amalgaman?
38cuando el polvo se funde en una masa
y los terrones se amalgaman?
39¿Le cazas
tú la presa a la leona
o sacias
el hambre de sus cachorros
40cuando se encogen en la guarida
40cuando se encogen en la guarida
o se agazapan
al acecho en la maleza?
41¿Quién provee al cuervo de sustento
cuando chillan sus pollitos a Dios
41¿Quién provee al cuervo de sustento
cuando chillan sus pollitos a Dios
y vagan
alocados por el hambre?
38-41
(Empalmamos con
el cap. 31, saltándonos la interrupción de Elihú). Después de las palabras de
Job "¡Aquí está mi final. Que responda el Todopoderoso!", Dios tiene que
hablar. Escénicamente caben dos soluciones: una pausa larga, adensando el silencio
expectante, o bien una respuesta rapidísima, por sorpresa. La mención de la tormenta
puede favorecer la primera solución.
Dios
tiene que hablar para dirimir el pleito de los cuatro amigos en una instancia superior,
pues el pleito tenía a Dios por argumento. Después de tres ruedas con nueve discursos,
ninguno ha resuelto la cuestión ni ha convencido al contrario. Dios tiene que hablar,
porque Job lo ha desafiado a un duelo verbal. A estas alturas la neutralidad de
Dios es imposible: si no interviene absolutamente, la doctrina de los amigos
está desacreditada, porque se puede acusar impunemente a Dios; y Job sale
vencedor, porque ha dejado a Dios sin palabra. Dios tiene que intervenir, la
dinámica del poema lo exige, todos, actores y público lo esperan. ¿Cómo ha de
intervenir? La diferente expectación de los personajes crea una tensión
duplicada en este momento.
En la
expectación de los amigos la intervención de Dios tiene que ser un rayo que fulmine
a Job y le imponga silencio con el castigo final. Lo pide la lógica de la
argumentación y las repetidas tiradas sobre la suerte de los malvados;
efectivamente la tormenta es el final de Job -piensan los amigos entre compasivos
y satisfechos-, el trueno, voz de Dios sin palabras, será la respuesta que acompañe
a la ejecución, como sordo rumor de tambores.
Job
espera un encuentro dramático -la tormenta es buen acompañamiento-, un diálogo
en que ambos puedan aducir sus razones con paridad de derechos, y una sentencia
que será la culpabilidad de Dios y la inocencia de Job. A esto tienden sus
discursos, sobre todo a partir de su primera respuesta a Bildad, cap. 9. En el
dolor Job se ha crecido, su debilidad es su fuerza y no teme arrostrar la
tempestad.
Y el
público, el lector ¿qué espera?, ¿una respuesta intelectual al problema?, ¿un acto
de comprensión y unas palabras compasivas? Entre Job y los amigos, el lector
habrá tomado partido por Job -el drama lo pide-; entre Job y Dios, quizá se ha
puesto de parte de Job, quizá con salvedades. Una cierta tensión y ambigüedad
debe caracterizar la expectación del público (sobre ella volveremos más tarde,
terminados los discursos de Dios, para no romper la tensión antes de tiempo).
Pues
bien, la respuesta de Dios se escucha, cosa que todos esperábamos; su contenido
y tono frustra la expectación de cada uno. Una respuesta imprevisible es el
último acierto del autor.
El
contenido del discurso lo forman una serie de descripciones sapienciales del
cosmos, del mundo animal: tierra, mar, aurora, meteoros, constelaciones, ibis,
gallo, leona, gamuza, asno salvaje, búfalo, avestruz, caballo, halcón, para
terminar con un hipopótamo y un cocodrilo mitológicos. Lo inanimado, los
animales, ¿dónde está el hombre? Una breve referencia, 40,11-13
no basta. El hombre es Job, viajero de la mano de Dios por un inmenso reino de
maravillas. La palabra de Dios lo convierte en aventurero por su propio reino,
el mundo, descubridor de sus propios dominios, los animales sometidos a su señorío.
Con pasmo y sorpresa va descubriendo su propia ignorancia, su limitado poder. ¡Qué
tragedia ser hombre y tener que sufrir!, ¡qué maravilla ser hombre y poder
descubrir!
La
forma del discurso es una especie de interrogatorio, en series rápidas de
preguntas o en preguntas que abarcan amplias descripciones. El interrogatorio
coloca a Job entre el género sapiencial y el género forense: una cierta
ambigüedad pretendida. Si Job es ignorante, no tiene derecho a reclamar; pero tampoco
ha podido ofender, su ignorancia es excusa o atenuante. Si es ignorante, no puede
ganar el pleito; pero tampoco lo pierde. Puede ganarse a Dios, que vale más, y
a sí mismo para Dios. Su confesión será victoria de Dios sin ser derrota de
Job.
El
estilo de estos discursos es de lo mejor en el género descriptivo de la antigüedad.
Los seres cósmicos aparecen personificados, con dimensiones sobrehumanas,
llenos de dinamismo; traspuestos a imágenes humanas y aun domésticas, las
criaturas cósmicas dilatan y quiebran la imagen. Los animales desfilan
ostentando una cualidad característica, representando como buenos actores una
escena, la suya, bien conocida y ensayada. Animales en libertad, en su ambiente
(no encerrados en un parque zoológico). No hay que olvidar que el factor
principal que anima esta visión es la presencia de Job y la palabra de Dios.
La
construcción de estos capítulos es sencilla: breve introducción (38,1-2),
primer interrogatorio y descripción (38,4-39, 40,1-5) primer diálogo y
confesión de Job; nueva introducción (40,6-8), segundo interrogatorio y descripción
(40,9-41,26), segundo diálogo y confesión de (Job 42,1-6); conclusión de Dios (42,7-8).
38,1 La
aparición en una teofanía es un modo solemne. El tema, sobre todo en forma de
tormenta, es común en salmos y profetas: p. ej. Sal 18,8-14; 50,3 pleito con el
pueblo; 76; 77,17-21; 83,16; 97,2-5. La teofanía presente se ordena al discurso.
La respuesta de Dios ha sido una obsesión a lo largo de la discusión: por fin Dios
"responde".
38,2 La
primera pregunta del interrogatorio resume la situación y empieza a colocar a los
personajes en su puesto. La culpa de Job es de ignorancia atrevida: juzga sin
comprender y condena sin abarcar el designio total; denigra lo difícil y
declara arbitrario lo que él no logra razonar; no reconoce la última dimensión
impenetrable. Sobre el designio de Dios, véase p. ej. Is 11,2;14,26-27; 28,29.
38,3 Dios
acepta el desafío, 13,22, y toma la palabra. Será como un cuerpo a cuerpo, Dios
ya está concediendo dos peticiones de Job: el encuentro y el diálogo. Su responder
será en gran parte preguntar.
38,4-7
La tierra, en términos arquitectónicos. Es la mañana en que se coloca la primera
piedra, con toda solemnidad, ante un público del mundo divino y celeste, entre
aclamaciones. Enseguida empiezan las obras. Léase la descripción de la fiesta litúrgica
al colocarse la primera piedra del templo reedificado, Esd 3,10-11. La tierra
ocupa un puesto central en la atención del momento.
38,4
Véase Sal 24,2; 89,12; 102,26; 104, 5.8.
38,5 Ez
40,3 y Zac 1,16 del templo y la ciudad; Is 40,12; Prov 30,4; Sal 82,5 del cosmos.
38,6 Del
templo o la ciudad: Is 28,16; Sal 118,22; del orbe: Job 9,6.
38,7
Los astros son criaturas celestes al servicio de Dios.
38,8-11
El océano, visto tantas veces como formidable dragón mitológico, está visto
aquí como recién nacido indefenso. Escena doméstica en dimensiones sobrehumanas.
38,8 Is
57,20; Sal 93,3s.
38,10 La
misma palabra significa límite y ley: pasar los límites es transgresión.
38,11 Véase
Sal 104,9; Prov 8,29; Jr 5, 22, la paradoja de la arena que frena al mar.
38,12-15
La aurora es recreadora del mundo: como un pastor que sacude su manto para
espulgarlo, como un artesano que graba formas en la arcilla, como un teñidor que
colorea los paños.
38,12 Sal
101,8; 104,22.
38,13-15
Recuérdense los habitantes de las tinieblas descritos por Job, 24,13-17; la luz
universal y generosa de la aurora no es la de ellos. Corre un paralelismo entre
el océano desmandado, la tiniebla nocturna, los malvados.
38,16-18
Como un viaje cósmico del que uno informa al volver; es la misma imagen que Eclo
24 aplica a la sabiduría.
38,16 Se
trata del océano subterráneo: Gn 7,11; 49,25; Dt 33,13. Bajo él se encuentra el
mundo de los muertos, 26,5.
38,19-20
Continúa la imagen del viaje cósmico. Luz y tinieblas son como dos personajes
que se retiran alternativamente a su morada; lo mismo que hombres y animales en
Sal 104,20-23.
38,21 La
sabiduría es proporcional a la edad, sólo la sabiduría primordial abarca todo
el saber del cosmos: Prov 8; Eclo 1; 24. Véase también 15,7.
38,22-23
Ex 9,18; Jos 10,11; Is 28,17; 30,30; Ez 13,13; 38,22; Sal 78,47; 105,32; 147,16;
Eclo 39,29.
38,24 El
carácter maléfico del solano está atestiguado en Ex 10,13; Ez 19,12; Os 13,15. Su
itinerario es extraño.
38,25 La
abundancia de agua traerá resultados benéficos.
38,26-27
Derrocha la lluvia donde no se espera ni hace falta. El designio divino es más
ancho que las empresas humanas.
38,28-29 Padre y madre de lluvia y escarcha son imágenes de ascendencia mitológica.
38,31-32
Atar y desatar es poder pleno. La
maravilla de las constelaciones, moviéndose en idéntica figura, como una yunta
o una recua de animales.
38,33 Parece
aludir al influjo de las constelaciones sobre la tierra, según las concepciones
astrológicas de la época.
38,34 Quizá
aluda a Josué: Jos 10,11-14.
38,36 En
el puesto en que está parece considerar al ibis y al gallo como profetas del tiempo
atmosférico. Otros prefieren leer este verso detrás de 38.
Antes
de pasar a la serie zoológica, doy espacio a un problema grave: se acusa a estos
capítulos de responder con datos físicos a problemas morales. Cosmos y animales
no pertenecen al mundo ético. Para responder, voy a repasar la lógica de las
razones de Job. Job sufre sabiéndose inocente, de donde se sigue que Dios lo
trata injustamente. Y no es una excepción, ya que Dios o no distingue entre
buenos y malos o se despreocupa del mundo, de modo que la injusticia impera en
el mundo. En tal caso sería mejor que el mundo volviese al caos (cap. 3).
Para Job van unidos sufrimiento inmerecido, desorden ético del mundo y fuerzas del caos.
Dios acepta en parte el planteamiento de Job y afirma: que tiene un plan o designio (38,2); que de ese plan forma parte la existencia del mal y la injusticia (40,11-12), que él controla y domina constantemente las fuerzas del mal y del caos. Esto lo hace Dios arguyendo ad hominem contra Job y probando por analogía o por símbolos su dominio perfecto. Entre los símbolos descuellan: luz y tinieblas, lluvia y aridez, los animales fantásticos. El personaje Job es sensible al lenguaje simbólico. A continuación, el desfile de animales.
38,37-38
Contar es acto de posesión. Apunta los efectos de una lluvia rápida y abundante:
el polvo, antes suelto y volandero, se apelmaza en masa compacta.
38,39-39,30
Se cuentan diez animales, habitantes del desierto o de zonas despobladas, o
dedicados a la guerra (el caballo). Dios no los destruye, antes los cuida y alimenta,
pero los mantiene a raya.
38,39-40
Ocupa el primer puesto el león: Prov 30,30; puede ser imagen de ferocidad y violencia. Dios no los descasta.
38,41 Sobre
el cuervo: Is 34,11; Prov 30,17.
No hay comentarios:
Publicar un comentario